A las 10:30h ya empieza a dar vueltas "Session With The Dave Clark Five". Dejo la Cara A sonando. Un té paquistaní con una nube de leche y una tostada. Tea and toast.
Antes de entrar al Metro paro a tomar un café y paso por delante de la farmacia de aquellos Katovit.
A eso se le llama velocidad.
En Chamberí veo fotos de Pablo Pérez-Mínguez, agitado, y coincido con dos asíduos del show business que siguen arrastrándose por los platós para detallar su particular movida madrileña. Cargadas las manos de bolsas, pasan fotografía a fotografía hablando de Ana Curra o Rafa Balsameda.
A eso se le llama asco.
Me tomo una Schneider y luego una Stella, rodeado de un inconfundible olor británico: vinagre, curry, patatas asadas y bacon. Estoy entretenido con un semanal mientras en las pantallas el Aston Villa recibe un gol del West Bromwich Albion.
Dos chicas pálidas y rubias están almorzando lo que se supone comen en las islas, sin apenas atender a los televisores.
A eso se le llama anglofilia.
Una entrada para la reposición de "La Naranja Mecánica". Ahora los críticos tratan de explicar en sus columnas que es anacrónica. Llega mi escena favorita: Alex, tras su cura forzosa, es mostrado a los estatistas como el inicio de un camino de redención.
A eso se le llama sobredósis.
Apenas me da tiempo a ponerme unos pantalones rojos y una escarapela. Me hablan de marketing online, ropa de Blanco y comida precongelada. Termino en un quinto piso del barrio de Lavapiés, aprovechando el agua derramada para deslizar los pies. Y me vuelven a hablar. Y yo pongo todo el interés que aquello me suscita. Suena Desmond Dekker, The Selecter y The Maytals.
Huele a carne con tomate; y en la cocina a mugre. Tiempo de abandonar.
A eso se le llama quiero y no puedo.