domingo, 11 de enero de 2009

LOS CRUCIFICADOS (II): KEEP THE FAITH!


Corrían los primeros ´80 y Margaret Thatcher quería crucificar a todos los skinheads del Reino Unido. Si yo hubiese estado en su posición, también hubiera deseado hacer lo mismo.

Me resulta repugnante todavía hoy ver esas fotos de los bank holidays de aquellos años en el este y sur de Inglaterra. Eastbourne, Southend, Brighton, Margate, Portsmouth-Newport,...


Cabeza con el pelo al "cero", vaqueros elásticos desteñidos con lejía, cazadoras de aviador yanki, botas militares de dieciocho agujeros...Mucha agresividad pero muy pocas ideas reales de rebeldía. Borregos. Imbéciles. Cerdos que acabaron de un plumazo con una forma de ser, con una forma de entender la vida, con las ilusiones del movimiento juvenil más revolucionario que jamás ha existido y existirá. Porque revolución es baile, es acción, es cambio, es diversión, es estilo.

Aquellos hijos del National Front y del tabloide The Sun del ´79 con su giro amarillento, se hicieron cargo de acabar con toda la belleza. Skins comunistas, skins nacionalsocialistas, grupúsculos políticos, los rallys Reich´N´Rolling; todo se emponzoñó.

Menos de diez años después de la edición en Trojan de "At The Discotheque" de los Pioneers ya todo estaba muerto y enterrado. Unos y otros se encargaron de ello. La brisa que llegó a finales de los ´70 de la mano del revival mod, los punks y la 2Tone no fué suficiente para salvar esa escena moribunda.

Cuando uno piensa que todo es brillo, que todo es belleza, no se para a reflexionar sobre aquellas cosas tan oscuras: sólo se dedica a correr hacía delante. Uno se cree el digno sucesor de un espíritu perdido y, como decían Los Flechazos, llena de cartas todos los buzones de su ciudad intentando revivir una llama que se va apagando día tras día. Pero cuando los destellos ya no ciegan los ojos empiezan a observar otros asuntos que permanecían escondidos.

Asuntos que parecen escondidos pero que invaden como una mancha de petróleo toda la escena: inmovilismo, violencia sin sentido, escaso background, desconocimiento. Y al comprobar que estás sumergido en un movimiento en el que pocas personas saben de lo que se trata y que el resto son incultos y paletos, empiezas a sentir que aquello no merece la pena, que aquello a lo que te uniste muchos años antes ya no tiene sentido.

Llega un momento en el que hablas de brillar y sobresalir pero pocos te entienden. Llega un momento en el que escuchas a The Skatalites rodeado de un tremendo pogo. Llega un momento en el que ir con la cabeza alta y las manos en los bolsillos deja de entenderse como un acto de rebeldía. Llega un momento en el que no entiendes cómo es posible tanto retroceso.

El punto y aparte se presenta cuando termina por darte asco que alguien pueda acaso imaginar que has participado en la escena. Ahí finaliza todo. O más bien termina en aquella manera de entenderlo, porque el reggae, los calcetines rojos, los cordones amarillos o el amor al detalle y a la acción nunca desaparecen.

Imagen extraída de la contraportada
del fanzine Working People Force