domingo, 16 de noviembre de 2008

LA RISA DE LOS SOCIALDEMOCRATAS

Socialdemocracia es sinónimo de tibieza, estatismo, control, solidaridad cristiana, bienestar capitalista. Lejos quedó ya el liberalismo del XIX, que fue sustituido como guía del capitalismo por la socialdemcracia para mantener el orden establecido por los cristianos, los déspotas y los funcionarios de la ley.

Ahora presenciamos una nueva vuelta de tuerca de aquellos para mantenerse en el poder, en vistas de que esta situación pueda llegar a un límite que se vuelva en su contra. Una nueva idea sustituirá la renqueante socialdemocracia para continuar refundando el capitalismo de siempre. Oigo hablar del socialismo del siglo XXI y a mi me entra las mismas arcadas que al oler un huevo podrido.

La socialdemocracia se extendió en los parlamentos a finales del XIX como lo hacen los piojos en los colegios de primaria. Aquello supuso una balsa de aceite sobre la que la antigua oligarquía, la cristiandad y los feudalistas renovados se volvieron a inmortalizar. La misma sociedad estatista, controlada, ignorante y supersticiosa de siempre pero bajo el paraguas de una nueva IDEA: el bien social. Primero fue la IDEA de Dios, luego la IDEA del Rey, después la IDEA de la Igualdad, luego la IDEA de la Ley...

Como toda IDEA, la socialdemocracia ha impuesto un control férreo sobre los disidentes o, como diría K. Schmidt, sobre los egoistas. Policia, ejércitos, cuerpos del orden y funcionarios de todo tipo se han encargado de la salvaguarda de su bien social. Señalar con el dedo al disidente ha sido suficiente para liquidarlo al instante, quedano aplastado este bajo la maquinaria del estado capitalista.

Cuando uno está al otro lado es el gran enemigo, de los que mantienen el control pero también de los que son controlados. Estar al otro lado es ser el terrorista que quiere acabar con el estado del bienestar, y de eso se han servido los socialdemócratas para mantener su IDEA y su poder. La eficacia de señalar al enemigo, lo sea o no, es tan alta que incluso se señalan entre ellos para quitarse adversarios que puedan ocupar sus poltronas en el parlamento.

En esa oratoria de la exclusión ha surtido un gran impacto (o efecto) el adjetivo radical. Cuando un socialdemócrata está arrinconado y se siente en peligro, suelta como balas de metralleta el termino radical para exponer que el adversario es el enemigo de la IDEA y, por lo tanto, es el enemigo de la buena sociedad. Usa ese adjetivo para advertir a la sociedad controlada que si no apartan a ese ser, a ese movimiento, a esa corriente, se veran todos en peligro.

La segunda herramienta de exlusión más usada por los socialdemócratas es la ridiculización. La risa de un socialdemócrata ante las exigencias de libertad plena, autogestión, individualismo, poder pesonal, desmilitarización, etc. es la única manera en la que puede contestar para tratar de controlar la situación de dominio. La ridiculización mediante la risa (visto cientos de veces, por ejemplo, en los parlamentos políticos) es un intento de desligitimización y, por lo tanto, es un intento de advertir a la sociedad controlada que esas palabras son un riesgo para la IDEA.

Me siento fuerte cada vez que me llaman radical; me siento pleno si un socialdemócrata rie de mis palabras.