viernes, 28 de noviembre de 2008

THERE´S A GHOST IN MY HOUSE

Hace frío, mucho frío. Son temperaturas habituales en esta época del año;sintiendo el frío en mi rostro me encuentro más vivo que nunca.

Los leds marcan un minuto para la llegada del tren; destino Principe Pío, pone. Todos empiezan a arremolinarse en el andén, con esas bolsas de deporte horribles colgadas del hombro. Parece que ni sienten ni padecen. Miran los culos de las chicas que pasan por delante, escupen con ruidos indescriptibles, miran la pantalla de sus teléfonos móviles. Pantalones vaqueros desgastados con mocasines descoloridos, cazadoras de plumas artificiales y sudaderas de jogging. Supongo que en Recoletos o en las paradas del noroeste el espectáculo será distinto, pero igual de dantesco.

No llevo bufanda, asi que subo las solapas de mi abrigo para taparme el cuello. Pese a mi aspecto enfermizo no soy muy dado a coger resfriados invernales. No recuerdo el último.

Por la derecha se aproxima el tren.

Me siento en la parte de abajo del convoy, junto a la ventana, tratando de ausentarme durante un rato. Suenan The Crystalites, su "Splash Down", pero por algún motivo que todavía no llego a comprender invaden mi intimidad con una canción de flamenco. Yo odio el flamenco.Parece que es una moda importada de sudamérica y como aquí solo cogemos lo peor de lo que nos traen, pues toda la juventud atontada usa sus teléfonos móviles para dar a conocer que sus gustos musicales sonuna puta mierda.

Miro por la ventana y distingo las luces de mi ciudad; me siguen llamando la atención como lo hacían cuando era niño. La ciudad. Me gusta la ciudad.

Volver a casa en tren me repone de tanta miseria laboral. No paro de mirar, de pensar, de escuchar, de replantear una y otra vez mi vida. Huele muy mal. Supongo que si yo hubiese estado ocho horas en una obra también olería mal.

Llevo una corbata preciosa, color burdeos con franjas diagonales de color verde. Cinco centímetros de ancho, no más. El traje de hoy es azul, con raya diplomática blanca. Camisa también blanca de doble puño con unos gemelos burdeos, a juego con la corbata. En la fábrica se piensan que visto así para pasar por alguien importante. Serán gilipollas. Los del almacén suelen cantar Fórmula V cada vez que me ven pasar, regodeándose en su ciénaga mental.

Llego a Vallecas y me bajo hacia la Albufera.Kingstonians, Dennis Walks, Fitzroy Sterling y entro al bar de todos los jueves. Ahí tampoco me tienen calado. El camarero me empieza a hablar del último disco de OASIS y de la decepción que se ha llevado con el de Travis.A mi me dan igual.La Riviera ha cerrado; dice que estuvo en el de Steve Winwood y entonces abro un poco los ojos. Cuando termina de contarme sus impresiones del concierto le pido una Bass.

En un despiste con otro parroquiano aprovecho para asaltar de nuevo a Thoreau. Vaya decepción. ¿Anarquista?. Quizá no estoy entendiendo su Desobediencia.

La barra está llena de personajes no aptos para una sitcom de éxito: un banquero, dos comerciales (con trajes de comerciales), dos aspirantes a políticos del PSOE, el de la jarra de Budvar con su libreto de sudokus. En una pantalla un partido de fútbol entre dos equipos que soy incapaz de reconocer. En la otra pantalla Teledeporte con un partido de balonmano. De fondo suena A.O.R. La programación semanal de la pizarra no promete gran cosa, pero a veces cae soul de Atlantic o algo de early hard rock.

Apuro el vaso de pinta y pido otro. Las ales inglesas me parecen perfectas para el invierno. Los parroquianos siguen hablando de lo suyo: de Juan Barranco, de los jugadores de fútbol, de la calefacción en sus casas, de la comentarista del balonmano.

Cierro mis treinta minutos semanales de mature, me pongo el crombie y bajo por El Bulevar.

Paso delante de la puerta de los Servicios de Salud Mental justo cuando Dean Taylor exclama que ha visto pisadas de un fantasma en las escaleras de su casa. ¿Qué tipo de personas estarán allí dentro?. Quizá algún día también yo pase la puerta. No sería extraño.